sábado, 18 de enero de 2014

Amantes.

La dama y el deseo intenso de sentir aquella piel tan ajena, tan cálida.
El joven y el sueño de contemplar aquella figura deslumbrante, compartida, seductora.
La intriga de ambos los tentaba y mutilaba, por desear y soñar en complacer sus cuerpos y en encender sus almas impetuosamente, en alguna cama de algún motel.
Sí, en aquella cama de aquel motel.
tan vulgarmente, tan groseramente.
Era ésa, la cama castigadora de la pasión.
Donde sus  sabanas eran  perfectas para no hacer el amor.
Donde sus  almohadas eran  precisas para olvidar la cordura, la moderación.
Donde sus besos eran indispensables para dejar en claro que solo era una frenesís poco común.
Donde ambos sabían que a la mañana siguiente, esta lujuria desencadenada solo sería para ella, un juego de adolescentes, pero el juego más incitador.
Mientras que para él ,solo seria una noche más.Pero con la mujer mas singular, más extraordinaria, más inimitable.
La magia de esta imprudencia era que a la mañana siguiente, ellos volverían a caer. Una, dos, tres y mil veces más.
Ellos jamás dejarían entonces, de saciar esta inquietud que sentían el uno por el otro .
Ellos se convirtieron en ese momento, en amantes de lo prohibido.
Amantes sin compasión.

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